A pesar de todas las ideas y desarrollos que podemos presentar vamos a agrupar el estudio siguiendo a autores como Rondo Cameron, George Stigler o incluso el propio Berumen en "¿Cañones o mantequillas? donde centraremos el desarrollo en torno a: la economía clásica, el marxismo, la socialdemocracía, el liberalismo moderado y el neoliberalismo.
Empecemos por Adam Smith, David Ricardo o Jean-Baptiste Say donde nos hablan de un mercado que proporciona un subsistema que proporciona una función regulatoria natural. También nos introducen una especie de libre albedrio, que no es tal, sino que esta fuertemente influido por las circunstancias históricas de la época, donde la libertad de elección es la base de nuestra naturaleza humana (vemos que algunos polític@s no inventan nada en sus campañas electorales). Dicha libertad de elección viene marcada por el individualismo, el cosmopolitismo y un énfasis agudo en la libertad de dicho individuo.
En el marxismo, donde encontramos autores como Karl Marx, Friedrich Engels o la propia Rosa Luxemburgo, se dan cuenta de que la economía de mercado tiene fallos. Fallos de los que los propios economistas clásicos, incluso autores anteriores del propio Islam, época griega o romana ya se daban cuenta de forma indirecta. Dichos fallos de mercado como la competencia imperfecta, la externalidades, la existencia de bienes públicos (nada convenientes para los intereses privados), la equidad (tan de moda) y la idiosincrasia de la economía misma, los ciclos económicos. Dichos fallos de mercado establecieron una máxima que no hemos abandonado hasta la actualidad, que el Estado debe intervenir en la economía de forma que los intereses particulares queden sometidos a los generales. De esta forma, la economía se desarrolla hacia el lado de la propiedad estatal de los medios de producción (si la plusvalía no se reparte que se la quede el Estado) y el paternalismo, ya que el Estado lo es todo, y el Estado hace por todos pero sin contar con todos.
Todo el discurso anterior no ha perdido un ápice de importancia en todo este tiempo, sino que simplemente se ha ido matizando a lo largo del tiempo a través de la socialdemocracía, el liberalismo moderado y el neoliberalismo.
Mientras que la teoría socialdemócrata, que entronca directamente con el marxismo destaca que la sociedad esta conformada por grupos independientes y organizados alrededor de pautas de cooperación, competencia y conflicto cuyos valores esenciales son la solidaridad y la cooperación. De esta forma, el Gobierno debe proveer las necesidades básicas, en la medad de los posible en armonía con los criterios impuestos por el mercado. Los marxistas veían al ser humano como parte de un todo, como parte de un colectivo.
Liberales y Marxistas son antagónicos respecto a la intervención del Estado y a partir de socialdemócratas, liberales moderados y neoliberales ven y entienden que la intervención del Estado es necesaria dada, en algunos casos la naturaleza egoísta y cortoplacista del ser humano.
Los liberales moderados habla de un sistema no autorregulado de partes interdependientes. El mercado solo proporciona una función regulatoria si la competencia es leal, es decir, si la competencia es perfecta y las empresas no pueden influir en los precios de mercado. De esta forma, destacan que los valores esenciales de la sociedad sean el humanitarismo y el pragmatismo. El Estado debe intervenir para garantizar la igualdad de oportunidades (la competencia leal) y provisión de servicios y prestaciones a los más necesitados (esos bienes públicos poco convenientes a los intereses privados). Los liberales identificaban la naturaleza humana basada en la cooperación, creatividad y altruismo, por lo que, dados dichos valores, había que poner énfasis en la igualdad de oportunidades.
Finalmente llegamos a las aportaciones neoliberales que vuelve a recuperar la idea de un mercado que cumple con su función reguladora natural y el Estado solo debe intervenir para velar por el correcto funcionamiento de la moneda, así como por la intervención mas que justa y necesaria por mantener un aparato legislativo y judicial que garantice la función regulatoria del mercado. En este caso, volvemos a realizar un giro de tuerca, quizá por la crisis de oferta provocada por el petróleo, donde ven un ser humano egoísta, egocéntrico y posesivo.
Si estudiamos la evolución en su conjunto e incorporamos ciertos aspectos de la naturaleza humana tenidos en cuenta a la hora de desarrollar las teorías, vemos que el individualismo se ha impuestos sobre el colectivo y que luchar contra las imperfecciones de mercado se ha convertido en el camino a seguir en aras de conseguir el ansiado desarrollo sostenible.
Sin embargo, dentro de los fallos de mercado, nos damos de bruces con la personalidad egoísta del ser humano y nuestra incapacidad manifiesta para encontrar a personas altruistas que velen por el bienestar de la sociedad.
Deberíamos de encontrar la forma en que los precios de mercado reflejaran la realidad de las imperfecciones del mercado (especialmente de las externalidades) y que los bienes públicos también fueran el reflejo de lo que pagamos (no sabemos si pagamos mucho o poco porque somos incapaces de evaluar correctamente el debe o el haber de nuestra balanza de pagos pública). Quizá, con una evaluación correcta de ambos conceptos pudiéramos tener un punto de partida para terminar de saber si el Estado genera un debe al corregir los fallos de mercado, o, por el contrario, genera un terrible haber en su bienintencionada intervención pública.
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